Cute Pink Kaoani

jueves, 25 de abril de 2013

Consumidores del siglo XXI, ciudadanos del XVIII



Sinopsis:

Este ensayo enfatiza el cómo la sociedad ha empezado a cavar su propio hoyo consumista, en el cual se crean necesidades de productos que mas que algo vital para vivir, es vital para sentirte alguien, generando una sociedad consumista e inconforme que siempre busca sentirse más que los demás o formar parte de un grupo social basándose en su poder adquisitivo y los productos materiales que lleva consigo.
Actualmente las personas han dejado de ser ellas mismas, para convertirse en quien quieres ser, alguien que a los ojos de los demás es una persona que forma parte de un grupo, pero renuncia a si mismo.

This test emphasize how society has begun to dig your own hole consumerism, in which you create products need not necessary vital to live, it is vital to feel someone, creating a consumer society and nonconformist who always wants to feel more than others or be part of a social group based on there purchasing power and material products you carry.
Today, people are no longer themselves, to become who you want to be, someone who in the eyes of others is a personas who is part of the group, but renounces himself


Ensayo

El apartado trata sobre en lo que nos hemos convertido, nos estamos empezando a regir por la línea del consumismo y de los bienes, dejando atrás lo que representaba tener un origen y cultura.

Se supone, que los ciudadanos nunca han dejado esta característica de lado, siempre hemos estado asociados a la capacidad de adquirir bienes y a su modo de usarlos, nivelados por la igualdad a ciertos tipos derechos que se concretaban al votar, como ser representado por cierto partido político o pertenecer a un sindicato.


El hoy está conformado por una sociedad donde el hijo discute con el padre sobre lo que se compra en casa o por ser superior a los vecinos, hablándose de bienes y del valor de estos mismos. Ahora, la lucha entre generaciones de lo que se necesita y de lo que se desea hace que alejemos la época donde la identidad se definía por esencias históricas;

entonces, la versión de la política del estar contento con lo que se tiene fue el nacionalismo de los años sesenta y setenta, y hoy es visto como el último esfuerzo de las élites desarrollistas, clases medias y movimientos populares.

Hoy se configuran por el consumo y depende por lo que uno posee o es necesario apropiarse.


Aún en los siglos XIX y XX, la formación de las naciones modernas permitió que los campesinos e indígenas dieran un paso al frente. Las culturas nacionales podían conservar ciertas diferencias y cierto arraigo territorial, y estos coincidían con la producción y circulación de los bienes. Al consumir “lo nuestro” éramos sostenidos por una racionalidad económica, buscar bienes y marcas extranjeras era un recurso de prestigio y una elección de calidad.

Este semblante entre lo propio y lo ajeno, no guarda mucho sentido cuando por ejemplo, compramos un coche Ford montado en España, con vidrios hechos en Canadá, carburador italiano, radiador austriaco, cilindros y baterías ingleses, y el eje de transmisión francés.

La cultura, vista desde esa perspectiva, es un montaje de todos tipos de rasgos que cualquier ciudadano de cualquier país, religión o ideología puede leer y usar.


Y aquí se presentan dos péndulos muy importantes, la internacionalización y la globalización, donde la primera se define como una apertura a fronteras geográficas de cada sociedad, para poder extraer e incorporar bienes materiales y simbólicos; globalización, supone como la interacción funcional  de actividades económicas y culturales. En América Latina se está llevando a definir lo que se entiende por ciudadano,  gracias a la experiencia de los movimientos sociales, donde podemos observar que no es sólo la relación de los derechos a la igualdad sino también con los derechos de diferencia.

La cultura nacional no se extingue, pero se convierte en una fórmula para designar la continuidad de una memoria histórica inestable.


En pocas palabras, las personas ya estamos tan malinchistas, y sumidos en la perdición del consumo que realmente ya no logramos distinguir la calidad de la cantidad, por mas caro que sea un producto con menor calidad, no importa tenemos la absurda idea de que por ser algo extranjero ya es de mejor calidad, poco a poco nos hemos despedido de nuestra esencia real donde ya no tiene cabida en este mundo tecnológico consumista, donde tu vales mas por lo que consumes que por lo que sabes, y eso nos ha quedado muy claros año con año la popularidad, la compra de títulos, la venta de servicios para mentirle al público, todo es vender, absolutamente todo es consumir, desde ideas hasta productos físicos, ya no somos nada ni existimos si no consumimos, si no sabemos cual es el video del día, cual fue la noticia o que marca es la mas reconocida a nivel mundial mañana, ese mismo día dejas de existir socialmente.

Triste, pero muy real.